Sus lágrimas se despedían de unos ojos cansados, cayendo por los surcos de un rostro curtido por el tiempo. En su viaje por aquella piel yerma escribían una historia de dolor, un verso solitario en la poesía del sufrimiento de un hombre solo. Lágrimas nacidas en la cuna del sentir más profundo; lágrimas que serpenteaban con delicadeza el contorno de un rostro cansado.
En su descenso, se transformaban en el espejo de un alma quebrantada, reflejando la tormenta interna en una marca de sal. Y aunque su existencia era efímera, las huellas que dejaban serían eternas.
Con cada gota… una palabra silenciosa en el lenguaje del dolor.
Categoría: Microrrelatos