Si me preguntas cuándo quiero morir, te confesaré que en primavera, cuando el amanecer aún sea un secreto, cuando algún rocío despistado coloque sus mejores perlas sobre los verdes prados, y cuando el más tímido sol apenas bese el horizonte. Y en un acto de amor, dejaré que mi último aliento se convierta en un susurro a la naturaleza; para que mi despedida se transforme en una bienvenida, casi casi, como un hilo en el tejido de la vida; donde a veces, en cada estación, se pespunta; otras, se remienda; y otras veces, se borda.
Y si preguntas de nuevo cuándo quiero morir, seré tenaz, y te confiaré que en primavera, cuando su abrazo me arrulle, porque, aunque esté dormida, sé que podré renacer en la sencilla hoja de una flor de cerezo o de un curioso girasol.