5 años, 123 días, 7 horas y 1 segundo, 2, 3, 4…
Se convirtió en su propio reloj de arena y en cada uno de sus granos se iba desvaneciendo la ilusión, las ganas y la pasión. Compró un baúl de buena intención en el Todo a 100, pero resultó traer de regalo unas bolsitas de costumbre y apatía.
Fue entonces cuando empezaron las obras en los pasillos del silencio y en las habitaciones de la rutina. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo mal señalizado que estaban sus sentimientos, que su corazón se llenaba con los escombros de la melancolía y que su mente no tenía energía suficiente para dar luz al futuro.
Y decidió agarrar el lápiz del destino y dibujar un rumbo al infinito, justo cuando el libro de las 101 Preguntas se abrió por la página del arrepentimiento y se desparramaron las palabras: ¿Qué hace un rey sin corona, un profeta sin mensaje, una princesa sin cuento…? ¿Qué hago yo sin ti? Pero las palabras tan solo cedieron el paso a las oportunidades de segunda mano, que terminaron rompiéndose por el uso.
No te vayas.
Y se fue. Y se conformó pensando que en diez años, quizás doce, cuando ya no estuviese aquí, su corazón tendría una sucursal en las nubes; una sucursal donde poder tramitar nuevamente sus sentimientos, anexar un documento para subsanar errores y dar respuesta a las hojas de reclamaciones.