Decían que estaba loca por ello. Porque se cansó de dormir en la oscuridad; porque la negrura le daba miedo; y porque decidió acercarse a una mercería para comprar metros y metros de cordón de oro.
Se armó de valor y esperó a que se hiciese de noche para que nadie la viese, pero, ignorante ella, estaba siendo vigilada por todos. Agarró una escalera de infinitos peldaños con una mano, con la otra, el brillante cordón. Salió de casa y comenzó a caminar por la colina más alta del pueblo hasta llegar a su loma. Allí, colocó la escalera y comenzó a subir hasta llegar a su conjunto de estrellas favoritas: la Osa Mayor. Cogió el largo trenzado y lo ató a una de ellas, concretamente, a Alula, la cual estaba situada en la parte trasera de la constelación.
Entonces, bajó lentamente de la escalera y se fue a casa con una estrella atada a un cordón de oro. Entró en su habitación y, delicadamente, amarró una punta del cordón a la cabecera de su cama; en la otra punta, y flotando sobre su cabeza, Alula.
(…)
Y después de esto, aún siguen diciendo que está loca.