Se había comido los peores callejones de aquella ciudad; los más iluminados y los que apenas tenían una mísera y parpadeante farola. Entre gatos y ratas había hecho sus mejores noches, sobre todo, los sábados. Los sábados se trabajaba mucho y eso era bueno para el negocio —a pesar de las babas, del olor a alcohol, de las palizas de algunos desalmados o de los hijos de puta que se iban sin pagar—.
Categoría: Microrrelatos