Las piernas de Mariana se detuvieron junto a la vieja maleta. La estación estaba prácticamente desierta y apenas pudo vislumbrar a dos almas solitarias que se confundían con la la niebla. El silbato del tren la alertó; se acercaba lentamente y todavía le quedaban unos segundos para pensar. Entonces miró hacia abajo: lo poco que había vivido estaba empaquetado en aquella maleta de cuero desgastado. Levantó de nuevo la cabeza -esta vez más erguida que nunca-, suspiró y dio un paso adelante.
Categoría: Microrrelatos