Sus dedos arrastraron las cenizas que habían caído sobre la mesa; aquellas manos borrachas apenas habían sido capaces de sujetar el último cigarrillo. Afuera, la lluvia golpeaba con fuerza la ventana, desdibujando el reflejo de su rostro en el cristal. Mientras, la botella vacía aún conservaba el olor avinagrado de un vino barato.
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