El atardecer teñía el pantano con tonos de ámbar y escarlata. Entre las cañas, la pequeña Lisa se movía con la familiaridad de quien ha aprendido a camuflarse entre los secretos de la naturaleza. Allí, en silencio, contemplaba el vuelo de una garza blanca que se alzaba majestuosa sobre las aguas. Cada batir de sus alas, cada destello del sol reflejado en el plumaje de la garza, era un recordatorio de la belleza y el misterio que habitaban en el pantano.
Categoría: Microrrelatos