Desde la cama del hotel podía escuchar el rugido de la ciudad. Se levantó y contempló las luces de los coches, atrapadas como luciérnagas en un frasco de cristal. Su piel aún conservaba el aroma de aquel perfume, una mezcla de sudor añejo y cobardes promesas. La llamada perdida en el móvil era un eco…
El balcón
Cada día, al abrir la puerta, el silencio de aquel hogar vacío la golpeaba con la fuerza de los recuerdos. La fragancia del café flotaba en el pasillo, inútil testimonio de las mañanas compartidas. Las horas pasaban lentas, cargadas de ausencias y rutinas vacías; y en la cama, su lado seguía intacto, como un museo…
El pescador
El pescador permanecía inmóvil en la barca. Sus redes gastadas descansaban entre sus manos callosas y arrugadas -fuertes como las cuerdas de su bote- y el viento salado del norte penetraba en cada surco de su rostro, como si acariciara la corteza de un árbol viejo.